La Fundación Amancio Ortega financia en Galicia un centro pionero en la interrelación de la tercera edad con la infancia. 80 jubilados convivirán con menores de tres años.
España comienza a mirar a sus mayores. Abocada a convertirse a mediados de este siglo en el segundo país (el primero será Japón) más envejecido de la OCDE(Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), empieza a afrontar un problema social de primer orden: la soledad no deseada en la tercera edad, con todo lo que conlleva, y, en el reverso, la ausencia de aprendizaje en valores humanos durante la infancia. Ourense, la provincia española con mayor número de pensionistas que afiliados a la Seguridad Social y en la que los geriátricos acumulan desde hace décadas a abuelos sedentarios sin mucha más expectativa que la visita dominical de algún pariente, lidera un proyecto intergeneracional en el que niños de entre cero y tres años cohabitarán diariamente con jubilados en un centro de día-escuela infantil que sigue los pasos de otros norteamericanos y japoneses en los que se ha demostrado que la convivencia entre estas franjas de edad, hasta ahora segregadas, reporta innumerables beneficios para todos. Lo financia la Fundación Amancio Ortega.
En el barrio de A Farixa, en las afueras de Ourense, se levanta una estructura singular. Más de 3.000 metros cuadrados recogidos en un diseño horizontal, de planta baja y abierto a una luz a raudales, en el que en breve convivirán, interactuando, 80 jubilados con 82 niños de entre cero y tres años en dos zonas diferenciadas pero con un gran espacio en común.
El proyecto, financiando con más de siete millones de euros por esta fundaciónque colabora con la Xunta de Galicia y distintos ayuntamientos gallegos en política social vinculada a la familia y a la conciliación, contribuye a paliar la escasez de plazas públicas derivada de los constantes recortes institucionales. La fundación del creador de Inditex puso en 2012 sobre la mesa del gobierno gallego 35 millones de euros que permiten a la Xunta ofertar 750 nuevas plazas para niños de hasta tres años en distintas provincias y crear más de 130 empleos de educadores infantiles y maestros.Dos de estos centros – en Ourense y A Coruña- incluyen espacios para la atención a mayores, pero solo en el primero se pondrá en marcha una experiencia intergeneracional pionera en España: la escuela infantil-centro de día para mayores de A Farixa. El otro, en el municipio coruñés de Arteixo, es una escuela infantil, ya en funcionamiento, dotada de residencia para mayores con centro de día que abrirá en breve. A mayores, la fundación financia otros centros en Galicia de educación especial y atención a personas con parálisis cerebral y patologías afines.
Se trata de “un proyecto viable y sostenible que pretende mejorar las competencias de aprendizaje de los menores y la calidad de vida de los mayores”, afirma el profesor de Sociología de la Universidad de Granada, miembro del Comité Gestor del Consorcio Internacional para los Programas Intergeneracionales, Mariano Sánchez. El experto, que dirige desde hace años un grupo de investigación sobre los modelos de intergeneración dentro y fuera de España, y que ha colaborado en el proyecto ourensano, asegura que este va más allá de juntar a distintas generaciones; “el objetivo es que se conecten, que se presten apoyo mutuo”.
Sánchez ha podido constatar las bondades del ciclo vital como principio transversal a toda la labor educativa y cita el ejemplo de un centro de Cleveland (Ohio, EE UU), equivalente a los concertados de España, en el que desde hace 18 años alumnos de entre 6 y 7 años de extractos sociales poco favorecidos y perfil étnico y cultural muy variado conviven con adultos de entre 60 y 80 años “altamente comprometidos”.
Los resultados de los estudios preliminares son arrolladores: los mayores “mejoran su autoestima, confianza y funcionamiento biopsicosocial, lo que da más sentido y satisfacción a sus vidas”, enumera el profesor las ventajas para este sector de la población que, colaborando en el aprendizaje de los menores, “adquiere conciencia de que deja un legado, una aportación al futuro”. Junto a ello, “aumentan sus relaciones sociales, lo que es vital para la longevidad y consiguen un mejor estado físico como consecuencia de la actividad que se ven obligados a realizar”.
En el caso de los alumnos, los estudios revelan que la lectura diaria y de uno en uno con un mayor “aumenta significativamente su capacidad lectora tanto en velocidad como en comprensión”. Los datos objetivos hablan por sí solos: la escuela intergeneracional de Cleveland “se ha situado a la cabeza del Estado de Ohio en resultados académicos en matemáticas y escritura con una media de sobresaliente”, destaca Sánchez, que matiza que los cuestionarios realizados a los niños evidencian que “adquieren una percepción de la vejez mucho más positiva”. El ciclo de los beneficios del modelo se completa con la “satisfacción del claustro de profesores por el apoyo que supone para ellos esta labor de los mayores”.
Fuente: El País